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15/4/18

Olivos y cables submarinos: el pueblo de Jaén que guarda la historia del teléfono en España


Canena es un pueblo de Jaén que está situado a apenas 60 kilómetros de la capital de provincia. De apenas 2.000 habitantes, en su entorno se puede disfrutar de un castillo renacentista catalogado como bien de interés cultural, de un molino de posible origen romano o de un balneario con spa, piscina y tratamientos con aceite de oliva. Pero no son los únicos atractivos de Canena. Hay otro que destaca por su localización en un municipio tan pequeño, por las piezas que atesora y por su origen: un museo con teléfonos, equipos de transmisión y hasta una maqueta del Hispasat. Los habitantes del pueblo los preservan porque de cosas como esta ha dependido la vida laboral y el sustento económico de muchas de sus familias.

La historia del Museo de las Telecomunicaciones de Canena es en el fondo la historia de las telecomunicaciones en España y comienza con el deseo de un emigrante del pueblo retornado, un edificio vacío y una coincidencia. En 2008, el Ayuntamiento se traslada a unas nuevas dependencias y deja vacías las antiguas instalaciones. Por aquel entonces, un concejal e ingeniero de telecomunicaciones jubilado, Cristóbal Torres Godoy, que había regresado a su pueblo tras ser directivo de Telefónica, sugirió al consistorio abrir un museo de telecomunicaciones, una idea que ya estaba en su cabeza desde tiempo atrás.



Entrada al Museo de Telecomunicaciones de Canena, con una escultura alegórica. (Imagen: Toño Ramos (Patrimonio de Telefonía) | Flickr)

Por casualidad, en aquellas fechas Telefónica estaba remodelando el Museo de Telecomunicaciones que tenía en la Gran Vía de Madrid y que es en la actualidad el espacio de su fundación. “Esa coincidencia jugó a nuestro favor”, cuenta ahora a Teknautas Pedro Vilches, actual director del museo, canenero y maestro jubilado. Torres propuso firmar un convenio con ellos y que aportaran material para montar el nuevo centro. Los vecinos y los emigrantes que trabajaban o habían trabajado en Telefónica apoyaron la idea.

La Fundación Telefónica se comprometió: el entonces director del museo madrileño, Rafael Romero Frías, acudió a la localidad a conocer el edificio y a los vecinos que estaban dispuestos a hacerlo realidad. La compañía y el arquitecto del pueblo hicieron el proyecto, y Romero seleccionó las piezas. En diciembre de 2010 se inauguró; el entonces presidente de Telefónica, César Alierta, mandó un videomensaje.




De las centralitas al Hispasat

El museo, de dos plantas, recorre toda la historia de la telefonía y las telecomunicaciones en España. Para Godoy, “lo más vistoso es la parte de conmutación”. La conmutación hace referencia al momento en que dos clientes se comunican. “Es la parte más bonita porque vemos cómo las máquinas funcionan, cómo se hace el camino que hacía antiguamente la operadora…” Para ello hay varias centralitas, que hoy muestran su funcionamiento conectadas entre sí. Las hay desde las clásicas que vemos en la serie ‘Las chicas del cable’ hasta otras militares de campaña. El recorrido termina con una digital, de los años 90, pero llama la atención por sus proporciones una manual de los 50, con hasta cuatro asientos para otras tantas operadoras.



Cables submarinos en el museo de Canena (Imagen: Toño Ramos (Patrimonio de Telefonía) | Flickr)
Godoy destaca el llamado Rotary, que también tiene un importante papel en la serie de Netflix y que fue de las primeras centrales automatizadas en sustituir a las antiguas operadoras: la máquina buscaba automáticamente el número al que el usuario quería llamar y conectaba a ambas partes. “Son bonitas de ver. Ver cómo funciona, cómo se va estableciendo la llamada…”. Vilches también le guarda un “especial cariño”. Tiene un motor para funcionar y, si se estropea, el propio director es capaz de ponerla en marcha de nuevo.

Al estar dedicada la planta baja a la conmutación, en ella también hay terminales de todas las épocas, incluidos algunos bellos teléfonos de comienzos del siglo XX. Entre los más antiguos se encuentra uno sueco de magneto (con manivela para generar la energía con la que contactar con centralita) de 1895.

La planta superior, en cambio, está dedicada a las transmisiones y telecomunicaciones. En ella destacan cables submarinos de diferentes épocas, bien protegidos antes de que llegara la fibra óptica, e incluso un viejo poste telefónico de madera. También hay una línea que montó la propia Telefónica, con cables de pared y repetidores de señal. La colección se completa con telégrafos, teletipos, un aparato de ADSL y una de las cumbres patrias en las telecomunicaciones: en el techo cuelga una maqueta del Hispasat. Junto a todo esto hay fotografías del archivo de la empresa e incluso minúsculos transistores, sin los cuales muchas acciones serían imposibles.

Vecinos del pueblo en Telefónica

Al igual que el entonces concejal Torres, hasta una cincuentena de caneneros trabajan o han trabajado entre teléfonos en la antigua compañía estatal. Ha habido operadores e ingenieros, y algunos de ellos han llegado a cargos directivos, como el propio Torres. “Dos o tres” han regresado al pueblo tras su jubilación, cuenta Vilches, pero la mayoría viven lejos de ese paisaje de olivos.

La primera causa de tanta gente trabajando en Telefónica está en la propia naturaleza de la localidad: “Canena es un pueblo de estudiantes y de carreras”, explica el actual director del museo, que ha sido maestro allí durante 42 años. Desde que se implantó la EGB, muchos caneneros siguieron sus estudios más allá de la escuela básica, hasta llegar a la formación universitaria. “Prácticamente en todas las familias del pueblo los hijos se han dedicado, en lugar de al campo, a estudiar”.

Además de los que se han formado para médico o profesor, otros han estudiado carreras técnicas o formación profesional, campos de los que se ha nutrido la compañía. Vilches cuenta de memoria “cinco o seis” ingenieros de telecomunicaciones; también, varios peritos. Un primo suyo, Pedro Reyes, está entre los trabajadores ya jubilados y colaboró en el pasado enseñando el museo cuando Vilches no podía. Juan Rufino López, también canenero, era director de Logística cuando el museo se inauguró y trabajó para que este se hiciera una realidad.

Ahora, cuando su director no está disponible para las visitas, Bartolomé Godoy es quien hace las veces de anfitrión. De 60 años, este trabajador prejubilado de Telefónica que había estudiado electrónica de comunicaciones (en lo que en su época se conocía como formación profesional de segundo grado), entró con 21 años en la compañía, pero como no había plazas cerca de Canena marchó a Lleida. Allí empezó a trabajar como celador de líneas telefónicas, es decir, reparando líneas en la ciudad o en el campo, los teléfonos de los abonados o los equipos de intercomunicación de las empresas.

Con las promociones internas pasó a operador técnico de transmisiones, una labor en la que se ha mantenido hasta la jubilación. Su labor era entonces manejar equipos de transmisión de radio, a la vez que vivía el nacimiento y el desarrollo de la telefonía móvil. “Dando vueltas por España, entre Valencia, Madrid… y luego ya aquí en la provincia, en Villanueva del Arzobispo, Linares… Y ya me prejubilé en Úbeda”, nos cuenta. Godoy es amigo de Vilches, y este le pidió colaborar con el museo.

Sobre la razón de que tantos trabajadores del pueblo terminaran en la empresa de telecomunicaciones, lo resume así: “Uno trae a otro”. No recuerda si Cristóbal Torres fue el primer canenero en entrar a trabajar en Telefónica, pero fue el que sugirió a muchos que habían estudiado presentarse a las convocatorias que iban saliendo. “Como en Andalucía hemos tenido siempre escasez de empresas tecnológicas, era la forma de empezar a trabajar en una empresa de tecnología”.

Un pueblo volcado en su museo

Ocho años después de su inauguración, el museo se abre todos los lunes por la tarde, “porque es cuando abre el castillo”, explica Vilches. Entre los visitantes fijos de ese día, los clientes del cercano balneario, que ya aprovechan y lo ven todo. También están entre los habituales los alumnos de la Escuela Politécnica Superior de Linares, situada a una media hora de distancia en coche. Sin embargo, es posible concertar una cita previa para otro día: si Vilches está disponible, no le importa abrirlo y enseñarlo. Él es director, bedel… de forma voluntaria, sin remuneración, “y además que no la quiero; si no, no estaría allí”. Según sus datos, entre 1.500 y 2.000 personas visitan cada año el edificio (“para un pueblo tan pequeño, no está mal”). “Disfruto haciendo esto”, concluye.

Godoy explica que les gusta compartir la idea “de que las telecomunicaciones nos están condicionando totalmente la vida”. Para él, es “muy bonito” transmitir ese reflejo, “cómo va avanzando la humanidad, desde que se inventaron los primeros teléfonos a hoy en día, que han pasado menos de 150 años, y en estos 20 años últimos cómo ha evolucionado con respecto a miles de años”. Con esa idea en la mente, este pequeño pueblo conserva con orgullo la tecnología que les dio una forma de vida.

Fuente e imagen: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2018-04-13/canena-historia-telefono-espana-jaen-telefonica_1549493/

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